"Sin unos ideales éticos

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Joseph Pulitzer

domingo, 29 de julio de 2012

A mi maestro y a mis compañeros de karate


Hace unos días Francisco Hijón y Ángel Gómez consiguieron su 7º Dan de karate. Yo, con mi recién conseguido cinturón amarillo, los miraba con admiración desde ese tatami en el que entreno tres días a la semana bajo la atenta mirada de mi maestro (que también lo es de ellos), Miguel Ángel López Castellano. Fue un día muy emotivo, para ellos y para todos los que vamos al gimnasio del maestro Antonio Torres, en el madrileño barrio de Carabanchel.

Tan sólo hace unos meses que retomé mis clases de karate (¡por tonterías del destino lo dejé hace de 20 años!) y, de repente, me encontraba rodeada de cintos negros (entre ellos Alberto, que junto con Ana y Alba me hacen pasar muy buenos ratos), de dos 7º Dan, de un gran maestro del karate... y también de un campeón del mundo, Damián H. Quintero, que, dicho sea de paso, consiguió 'robarle' unas lágrimas al maestro, a Miguel, el día que se alzó con el triunfo en el Campeonato del Mundo Universitario de Karate, celebrado en la ciudad de Bratislava (Eslovaquia) del 13 al 15 de julio.

Ese día, Javier Badás (miembro de la Selección Española de Karate) se acercó al maestro mientras todos sudábamos en el tatami. Le comunicó la noticia de que Damián había ganado y entonces Miguel se emocionó... y todos irrumpimos en un aplauso. Porque Miguel había conseguido llevar a Damián al primer puesto del podio y porque, en esta vida tan traicionera a veces, es muy difícil encontrar a personas de la talla humana de este gran maestro del karate.

A él, y a todos los que cada día soportan mis bobadas y mis errores en el gimnasio, quiero agradecerles que estén ahí. Porque todos ellos me ayudan cada día a superarme, como karateca y como persona. ¡Incluso algunos, por no decir todos, están empeñados -y al final lo conseguirán- en que deje de fumar! Gracias de todo corazón por haberme dejado formar parte de vosotros. Y gracias, de todo corazón, por haberme ayudado a recuperar la sonrisa. ¡Kiai!

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