El pasado mes de enero el responsable de los servicios de Inteligencia del Ejército de EE UU en Afganistán, el general Michael Flynn, advertía de la importancia de obtener información “sobre el contexto de las operaciones” y de “distinguir entre los talibanes y el resto de la población afgana”, aspecto este último que, sin duda, falló el pasado miércoles en Qala-i-Naw.
Según publicaba ayer El País, Ghulam Sakhi, el supuesto policía que mató a tiros a los dos guardias civiles y al intérprete español de origen iraní en el interior de la base de Qala-i-Naw y que posteriormente fue abatido por los compañeros de los fallecidos, fue detenido hace un año porque la Inteligencia afgana sospechaba que tenía vínculos con la insurgencia. “Había muchos informes que apuntaban a que tenía conexiones con los talibanes y por eso fue detenido”, declaraba al rotativo madrileño Delbal Jan Arman, gobernador de la provincia de Bagdhis (cuya capital es Qala-i-aw). “Llegaron a quitarle su arma -explicaba Jan Arman- pero llegaron informes que garantizaban que estaba haciendo un buen trabajo en la policía y finalmente fue liberado”.
Tras leer las palabras del gobernador de Bagdhis, surgen algunos interrogantes que, sin duda, deberán ser esclarecidos por los servicios de Inteligencia de la ISAF (Fuerza Internacional de Asistencia a la Seguridad en Afganistán) que se han desplazado a Qala-i-Naw para investigar el atentado contra las tropas españolas; incluso por los propios equipos de Inteligencia españoles, que según ha anunciado el Gobierno serán reforzados a partir de ahora.
¿Está la Inteligencia afgana capacitada para elaborar informes?
En primer lugar cabe preguntarse de dónde provenían los informes que avalaban la profesionalidad de Ghulam Sakhi y quién o quiénes fueron los encargados de elaborarlos. También surge la duda acerca de la fiabilidad del contenido de dichos informes, puesto que el hecho de que Sakhi efectuase un buen trabajo en la policía afgana no era óbice (y así se ha demostrado) para que mantuviese vínculos con la insurgencia talibán.
De ser ciertas las afirmaciones del gobernador de Bagdhis, el acopio de información sobre el supuesto policía pudo ser efectuado por la Inteligencia afgana, aspecto éste que ya denota una cierta ingenuidad por parte de la Inteligencia militar de la ISAF y del propio contingente español. Si se tiene en cuenta que una de las tareas de las tropas internacionales desplegadas en la zona consiste precisamente en formar al Ejército y a las Fuerzas de Seguridad afganas, dada su evidente falta de capacitación, quizás la información sobre Ghulam Sakhi debería haber sido verificada o, cuanto menos, puesta en tela de juicio.
¿Desconocían los españoles la información sobre Ghulam Sakhi?
También cabe preguntarse cómo es posible que Ghulam Sakhi pudiese acceder armado a la base de Qala-i-Naw (algo que hacía habitualmente), dados los antecedentes que tenía, y tratándose del cuñado del principal comandante talibán en la provincia de Bagdhis, según la información difundida por El País. ¿Desconocían los servicios de Inteligencia españoles y de la ISAF los lazos que habían unido al terrorista con la insurgencia talibán? ¿Compartió la Inteligencia afgana el contenido de los informes sobre Sakhi con la Inteligencia española? Porque si los servicios de Inteligencia españoles estaban al tanto de los antecedentes de Ghulam Sakhi, no es comprensible que se le permitiese el acceso con armamento al interior de una base militar.
No obstante, también cabe la posibilidad de que la información que las tropas españolas tenían sobre el terrorista estuviese manipulada y que la Inteligencia afgana no hubiese advertido a los españoles de la detención, hace un año, de Ghulam Sakhi y de su relación de parentesco con el líder talibán. De ser así, ¿qué intencionalidad había en la actuación de los militares afganos? Incluso se puede ir más allá en el planteamiento y pensar si son los talibanes los únicos interesados (como así lo reivindican una y otra vez) en que las tropas internacionales abandonen Afganistán.
Otros infiltrados ya causaron la muerte de estadounidenses y británicos
Ésta no ha sido la primera vez que un infiltrado causa bajas entre los componentes de la ISAF. Ya en el mes de diciembre de 2009, poco antes de que el general Flynn criticase abiertamente la labor de la Inteligencia de EE UU en el país asiático (calificándola de “confusa”), siete miembros de la Agencia Central de Inteligencia (CIA) fueron asesinados en una base estadounidense situada al este de Afganistán. Se trató entonces de un ataque suicida, el peor sufrido por la CIA en territorio afgano. También se produjo a manos de un talibán infiltrado en las filas del Ejército Nacional de Afganistán, que consiguió entrar en la base con los explosivos que causaron la muerte de los siete agentes estadounidenses.
Incluso hace poco más de un mes, tres soldados británicos fallecieron en un tiroteo que se produjo en la conflictiva provincia de Helmand. El autor de los disparos fue un supuesto soldado afgano que colaboraba con los militares británicos en una operación. Aunque los detalles de la investigación no han trascendido, todo parece indicar que se trataba de un insurgente talibán 'disfrazado' de militar afgano.
Llegados a este punto, los servicios de Inteligencia de la ISAF deberían plantearse, cuanto menos, dos cuestiones: por un lado, si deben fiarse de los supuestos 'aliados' afganos (el Ejército y las Fuerzas de Seguridad), ya que a través de ellos se han producido las infiltraciones de terroristas; por otro, y en caso de que la respuesta al primer interrogante sea afirmativa, si las fuerzas de seguridad afganas están suficientemente capacitadas para producir Inteligencia.
De lo que no cabe duda alguna es de que, a partir de ahora, se deberán extraer lecciones aprendidas y los servicios de Inteligencia de la ISAF deberán recordar nuevamente las palabras del general Flynn si quieren combatir eficazmente la metástasis en que se ha convertido el cáncer talibán que está localizado en territorio afgano, porque, tras el atentado del pasado miércoles, los terroristas han vuelto a poner en jaque a la Inteligencia militar internacional.