Uno de los fines principales de cualquier acto terrorista consiste en "influir psicológicamente sobre un número de personas muy superior al que suman sus víctimas directas", según la definición de terrorismo que hace Luis de la Corte, profesor de Psicología Social de la Universidad Autónoma de Madrid, en su libro La lógica del terrorismo.
Y en ese efecto multiplicador del miedo, del terror que ocasiona un atentado, jugamos un papel muy importante los periodistas y, por consiguiente, los medios de comunicación. Porque a veces, de una manera inconsciente, contribuimos a multiplicar los efectos reales del atentado perpetrado, como, a mi juicio, está ocurriendo tras los ataques que se produjeron en Boston hace dos días.
Sobre la conveniencia o no de dar publicidad a los actos terroristas desde los medios de comunicación, existen opiniones divergentes. Mientras que MacLuhan o Kissinger abogaron por la recomendación del 'silencio profesional' para que la población no se sintiese aterrorizada, muchas han sido las voces que descartan esta opción, porque los terroristas podrían recurrir a hechos todavía más espectaculares para hacer inevitable su información.
Pero lo que sí podemos evitar es que los terroristas nos utilicen "como multiplicadores involuntarios del terror", como decía el periodista italiano Gaspar Barbiellini. Tras sucesos como el ocurrido en Boston, los periodistas y las empresas informativas corremos el riesgo de olvidar la función social del periodismo y la responsabilidad social que lleva aparejada, para convertir la información en pura mercancía con la que obtener ingresos extraordinarios.