Aunque el secretario general de la OTAN, Anders Fogh Rassmussen, ha descartado, de momento, una intervención militar aliada en Libia, y a pesar de que las maniobras navales que la Alianza Atlántica está realizando en la zona del Estrecho y el Mar de Alborán estaban previstas con anterioridad a lo que está ocurriendo en los países del norte de África, no deja de llamar la atención que 3.500 militares de 11 países de la OTAN se estén instruyendo, precisamente en estos momentos, en una región conflictiva hacia la que se han vuelto todas las miradas de la comunidad internacional.
Tampoco pasa inadvertido el hecho de que sea precisamente una Fuerza de Respuesta de la OTAN (NATO Response Force -NRF-, por sus siglas en inglés) la que se esté adiestrando en la zona, habida cuenta de que si finalmente Naciones Unidas dictase una resolución autorizando o requiriendo una intervención militar de la OTAN en Libia, bien para gestionar la crisis humanitaria que se está produciendo en las fronteras con Túnez y Egipto, bien para frenar la violenta represión del régimen de Gadafi contra sus opositores, sería precisamente una NRF la unidad militar que contaría con más posibilidades de ser desplegada.