¿A alguien se le olvidó ayer que en el terreno de juego estaba Italia? Lo digo porque en ocasiones me pareció que algunos pensaban que habíamos salido a jugar una pachanga con un grupo de amigos. A mí España me convenció. Jugó bien, tocó el balón, cierto que en la primera parte le faltó profundidad y (como en otras ocasiones) le faltó acierto entre los palos (hubo pocas ocasiones), pero acabar empatando contra Italia no es un mal resultado. Recordemos que en la pasada Eurocopa (¡cuando España jugaba con un 9!) tuvimos que llegar a penalties, en los que, por cierto, rompimos la 'maldición' de cuartos.
Hubo algunos que se pasaron toooodo el partido criticando a Del Bosque por no haber sacado a un 9 de inicio. Luego, cuando llegó Torres, y a pesar de su falta de acierto, parecía que el ritmo había cambiado. Pero, para los que tengan mala memoria, les recordaré que el ritmo del partido cambió en el segundo tiempo... cuando el ansiado 9 todavía no estaba sobre el terreno de juego. Y el gol, por cierto, lo marcó un 10: Cesc Fábregas, el mismo que marcó el último penalti de la tanda que disputamos contra la escuadra azzurra en la pasada Eurocopa y que nos dio el pase a semifinales.
A mí, insisto, España me convenció. Como también me convenció Italia. El encuentro, sobre todo en la primera parte, estuvo muy igualado. El descanso les vino bien a los hombres de Del Bosque, porque imprimieron otro ritmo al encuentro. Apertura a las bandas, profundidad, ocasiones... Y lo que más me gustó fue ver a la Campeona del Mundo reaccionar tras el gol de los italianos. La de ayer fue la España de siempre, con 9 o sin 9. La de ayer fue la España que ganó la Eurocopa, la España que ganó el Mundial, y, como dice Delfín Melero hoy en el Marca, mejor no hacer números.
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