Alimento terapéutico contra la desnutrición en Mali. (Foto: UNICEF) |
Partiendo de la base de que los periodistas siempre (o casi siempre) hacemos nuestro trabajo lo mejor que podemos y sabemos, sí es cierto que a veces nos movemos en "manadas" (como decía el escritor y periodista polaco Ryszard Kapuscinski) y vamos de un conflicto a otro, de una guerra a otra, sin valorar realmente si es ese conflicto o es esa guerra la que tenemos que cubrir informativamente.
Son muchas las ocasiones en las que los intereses económicos de los políticos nos hacen fijar la mirada en unos conflictos y no en otros. Por ejemplo: ¿por qué todos nos centramos en lo que estaba ocurriendo en Libia y no nos fuimos a Siria o a Yemen, países en los que también se estaban produciendo revueltas sangrientas con decenas, centenares, de muertos sobre la mesa?
Es duro hacer autocrítica, y más en los tiempos que corren, en los que la profesión periodística está sufriendo de una manera brutal la crisis económica en la que estamos inmersos, pero, como decía el filósofo austriaco Karl Popper, "tenemos que estar continuamente al acecho para detectar errores, especialmente los propios, con la esperanza de ser los primeros en hacerlo, y, una vez detectados, debemos estar seguros de recordarlos, examinarlos desde todos los puntos de vista, para descubrir por qué se cometió el error".
La 'inspiración' para escribir esta entrada me la ha dado una alumna de la Carlos III, Robin, quien, en una crónica que me ha enviado sobre los conflictos olvidados, incluye una cita de un reportaje publicado en la edición digital de la BBC sobre esas guerras a las que los medios no prestamos atención. Y en ese reportaje de la BBC se puede leer lo siguiente (palabras que a mí personalmente me llevan a la reflexión):
Mientras los titulares de los medios de comunicación internacionales cubrían la guerra de Irak y la sangría diaria en Medio Oriente, decenas de conflictos en otras partes del mundo se cobraban la vida de cientos de miles de personas.
Este "sufrimiento sin titulares", en palabras de Amnistía Internacional, lejos de la mirada del mundo y, muchas veces, del escrutinio de los organismos internacionales, es el pan de cada día para muchas personas, una realidad siempre cruel y casi siempre sin una solución fácil.
Las "guerras olvidadas" afectan a todos los continentes y, generalmente, saltan a las primeras páginas sólo cuando la violencia de cada día en esos países se convierte en genocidio. La población que vive en zonas de conflicto permanente sufre por la violencia y, además, por una situación de pobreza endémica en algunos casos. Con la pobreza llega el desplazamiento, los refugiados, la desesperación.