Decir que España se acaba de adherir al Centro de Investigación sobre Desalinización de Oriente Próximo (el MEDRC, por sus siglas en inglés) no trae, a priori, connotaciones de que estemos abordando un asunto sobre seguridad y/o defensa. Sin embargo, si decimos que el control de los recursos hídricos en Oriente Próximo es uno de los factores que inciden directamente en el conflicto entre palestinos e israelíes, probablemente la cosa cambie.
El control del agua es motivo de conflicto en la zona porque es un bien escaso y el Estado de Israel no se encuentra entre el grupo de naciones privilegiadas que disponen del líquido elemento para abastecer a su población. De hecho, según la Organización Mundial de la Salud (OMS), sólo cuatro países de Oriente Próximo (Turquía, Irak, Siria y Líbano) están por encima de los 1.000 metros cúbicos de agua por persona que la OMS considera como la cantidad mínima imprescindible. Siria tiene, en los Altos del Golán, una importante fuente hídrica gracias a las aguas del río Jordan. Precisamente ésa es la zona que sirios e israelíes se disputan en la actualidad. Pero también en las regiones de Gaza y Cisjordania (terrenos actualmente ocupados por los israelíes y que marcan una de las claves del conflicto con los palestinos) se encuentran importantes acuíferos subterráneos.