"El poder para cambiar está en la voluntad". Esta frase, pronunciada por el pérfido y astuto Yago del 'Otelo' de Shakespeare, inició la reflexión que, a continuación, voy a compartir con vosotros. Cambiar, ésa es la clave del éxito cuando las cosas no funcionan como uno quiere. Pero cambiar no es fácil, porque el futuro incierto, el empezar de nuevo, conlleva riesgos y, por qué no decirlo, el miedo a iniciar una nueva andadura.
Ya lo dijo Machado: "El camino se hace al andar y, al echar la vista atrás, se ve la senda que nunca se ha de volver a pisar". Y ésa es la filosofía: seguir caminando, seguir descubriendo nuevos caminos, nuevas rutas, nuevos compañeros de viaje, y tan sólo echar la vista atrás para, como dijo el filósofo español George Santayana, "no repetir la historia" (La sentencia completa, grabada en uno de los pabellones del campo de concentración de Auschwitz, es la siguiente: "El pueblo que no recuerda su historia está condenado a repetirla").
Y así es. Si nos recreamos en el pasado para pensar en lo que pudo ser y no fue, para castigarnos por lo que hicimos mal, para recordar a los que se fueron y que nunca volverán... Si empleamos el pasado para no disfrutar del presente, no estaremos luchando para convertir en realidad nuestros sueños y "ser lo que queramos ser", como subraya Simeone en un anuncio publicitario que se está emitiendo estos días en los medios de comunicación.
Por tanto, echar la vista atrás nos debería servir para: saber que ese camino no lo volveremos a pisar, y para obtener las lecciones aprendidas, los errores que hemos cometido (sin fustigarnos)... para no volverlos a cometer. Y ahí reside la clave del cambio y de nuestra evolución como animales racionales: tomar conciencia de que ya hemos andado una parte del camino, y de que todavía quedan muchas rutas que explorar y de las que aprender para alcanzar la felicidad.
Pero, ojo, que la felicidad, y así es como yo lo veo, está en nuestro interior. No debemos buscarla en otras personas, en otros lugares, en otras cosas... Si no somos felices por dentro, difícilmente podremos hacer felices a los demás, y eso pasa por "no estar conformes" con la actitud con que, en determinados momentos, afrontamos las circunstancias. "No estar conforme es el primer requisito para el cambio", he leído en algún sitio en los últimos días.
También Viktor E. Frank, en 'El hombre en busca de sentido' (lectura que os recomiendo), nos dice que la única libertad que nadie nos puede robar es la actitud con la que afrontamos las circunstancias más difíciles de la vida. Él, psiquiatra, estuvo en un campo de concentración y sabía de lo que hablaba... Es, por tanto, en nuestro interior, donde debemos encontrar la paz y la estabilidad. No tenemos que depender de 'agentes' externos que influyan en nuestro estado de ánimo.
Fíjate unos objetivos y ve trazando el camino para conseguirlos. No todo depende de la suerte ni de los demás. Únicamente depende de ti, de nosotros. Es nuestro propio interior, como señala Louise L. Hay en 'El poder está dentro de ti', el que nos aportará las claves para seguir caminando. "Si algo no retorna -dice la autora en su obra-, eso quiere decir que no tenía que volver; acéptalo y continúa con tu vida". Recordemos que, "al echar la vista atrás, se ve la senda que nunca se ha de volver a pisar".
En definitiva, que sean cuales sean los problemas u obstáculos que nos va poniendo la vida -y hablo por propia experiencia-, es preciso "asumir lo que ha ocurrido, y aprender de ello para cambiar y evolucionar". Si no, no podremos disfrutar del presente ni hacer felices a las personas que queremos. Sólo aprendiendo, luchando y asumiendo las experiencias dolorosas como "enseñanzas" y no como "castigos" tendremos ese "poder interior" al que hace referencia Louis L. Hay.
Por tanto, si no estar conforme es el primer requisito para el cambio; si el poder para cambiar está en nuestro propio interior, en nuestra voluntad; si sólo debemos mirar al pasado para aprender; y si debemos pelear y luchar para conseguir nuestros sueños, ¿a qué estamos esperando? Nadie dijo que la vida fuera fácil, ¿no? Y, por el nuevo camino que emprendamos, dos humildes consejos: nunca perdamos nuestra dignidad personal ni profesional, ni hagamos que los demás la pierdan. Sólo así podremos "dormir con la conciencia tranquila", como les digo a mis alumnos de la Carlos III. Y eso, queridos amigos, para mí es fundamental.