"Sin unos ideales éticos

"Sin unos ideales éticos, un periódico podrá ser divertido y tener éxito, pero no sólo perderá su espléndida posibilidad de ser un servicio público, sino que correrá el riesgo de convertirse en un verdadero peligro para la comunidad".
Joseph Pulitzer

domingo, 16 de octubre de 2011

España decide retirar los cuatro F-18 y el submarino que aportaba a la misión de Libia


Carme Chacón ha vuelto a dar un paso al frente y ha decidido que ya es hora de que los cuatro F-18 y el submarino español que participan en la misión de Libia regresen a España. Ya no tiene nada que perder, habida cuenta de que las encuestas dan por ganador al Partido Popular en las elecciones del próximo 20 de noviembre. No tiene nada que perder de cara al resto de países aliados (aunque eso nunca le ha importado mucho) porque no repetirá al frente del Ministerio de Defensa y, en cambio, algo podría ganar de cara al electorado.

La ministra de Defensa, que ya se desmarcó de sus homólogos de la OTAN en el año 2009 cuando decidió la retirada de las tropas españolas desplegadas en Kosovo, lo ha vuelto a hacer en el caso de Libia. Y lo ha hecho, a pesar de que el jueves pasado los ministros de Defensa de la OTAN (ella incluida) decidieron en Bruselas que la operación 'Protector Unificado' que se desarrolla en el país magrebí desde el pasado marzo continuaría de momento (aunque también admitieron que ya se está acercando el fin de la misma).

Y, además, ha tomado esta decisión (teóricamente con el visto bueno del Mando de Operaciones que dirige la operación en Libia) a pesar de que, a finales de agosto, tanto ella como la ministra de Asuntos Exteriores, Trinidad Jiménez, aseguraron que no habría retirada por parte de España, aunque ambas mostraron su interés en que la misión debía concluir cuanto antes, puesto que los objetivos de la misma ya se habían alcanzado (y, todo sea dicho de paso, a España le estaba costando medio millón de euros al día)...

martes, 4 de octubre de 2011

La importancia de cortar las vías de financiación del terrorismo yihadista


"El terrorismo organizado no puede subsistir sin un constante flujo financiero", afirmaba en 2004 José Carlos García Fajardo, profesor de Pensamiento Político de la Universidad Complutense de Madrid, en su artículo titulado 'La nueva economía del terror'. "La religión -proseguía García Fajardo- no es más que un instrumento de reclutamiento, mientras que la fuerza motora real es la economía".

También la periodista y economista italiana Loretta Napoleoni, en su obra 'Yihad. Cómo se financia el terrorismo en la nueva economía', habla de la nueva economía del terror, y de cómo la financiación de los grupos terroristas está rodeada de "delincuencia, corrupción y engaño". Según Napoleoni, las fuentes de financiación del terrorismo yihadista proceden, principalmente, de las actividades criminales (robos, secuestros fraudes de tarjetas de crédito y narcotráfico), y de los donativos que empresas, magnates e incluso, en ocasiones, de la propia Administración (Arabia Saudí u otros países del Golfo Pérsico) hacen a mezquitas y ONG islámicas, que son empleadas como tapaderas de las actividades terroristas.

A la vista de estas afirmaciones, y recordando las palabras del mosso d'esquadra David Miquel i Serra en el mes de mayo, en las que afirmaba que las células terroristas yihadistas asentadas en España (principalmente en Cataluña) tenían como objetivo principal obtener financiación y apoyo logístico. es más fácil comprender la importancia de la operación llevada a cabo el pasado martes por efectivos de la Guardia Civil, que se saldó con la detención de cinco personas por su presunta relación con una célula de apoyo logístico y financiero a grupos terroristas que operan en la zona argelina del Magreb, concretamente con la 'franquicia' de Al Qaeda en el Magreb Islámico (AQMI).

martes, 27 de septiembre de 2011

¿Por qué es necesario invertir en Defensa?


La semana pasada, el secretario de Estado de Defensa, Constantino Méndez, compareció ante la Comisión de Defensa del Congreso para explicar la grave situación económica que atraviesa su Departamento. El Ministerio de Defensa debe casi 27.000 millones de euros y no puede hacer frente a esa deuda (en los términos contractuales en los que fue negociada) porque no tiene dinero. Así de sencillo y, a la vez, así de complicado.

"En cuestiones de Defensa -dijo la portavoz popular, Beatriz Rodríguez Salmones- no se pueden escatimar gastos". "Creo -apuntó el portavoz de CiU- que han comunicado muy tarde este problema". Pero lo cierto es que ya hacía tiempo que los máximos responsables económicos del Ministerio -el propio secretario de Estado y también el director general de Asuntos Económicos, Mariano Rojo- venían advirtiendo de esta situación.

Con la reducción del 7% en los presupuestos de Defensa para 2011, Rojo había expuesto en repetidas ocasiones que las cosas no iban bien, desde el punto de vista económico, en el ámbito de las Fuerzas Armadas. En los últimos años, el presupuesto del Ministerio se ha visto considerablemente mermado (y lleva un 16% acumulado de recortes) y así es muy difícil hacer frente, por ejemplo, a los altos costes que conllevan los sistemas de armas que se adquieren y que, por supuesto, hay que mantener.

En su comparecencia ante la Comisión de Defensa, Méndez planteó la necesidad de crear un organismo especializado que centralizase las adquisiciones de Defensa, así como reprogramar la deuda existente (es decir, modificar las condiciones, en tiempo y forma, para pagar a las empresas que han fabricado los sistemas de armas que les encargó el Ministerio) y buscar, para hacer frente a dicha deuda, nuevas vías de financiación. En definitiva: que si no hay dinero, habrá que buscarlo, recurriendo incluso a las entidades financieras.

viernes, 2 de septiembre de 2011

Israel y el muro de la vergüenza

A pesar de que en octubre de 2003 la Asamblea General de Naciones Unidas exigió que se suspendiese su construcción (que había sido iniciada un año antes), el muro que separa Israel de los territorios palestinos de Cisjordania se levanta imponente y sobrecogedor a lo largo de 700 kilómetros de tierra casi desértica, aislando así a los miles de palestinos que se encuentran dentro de sus límites, y sometiéndolos a la continua humillación de mostrar, una y otra vez, su documentación para moverse por territorios que antes les pertenecían.

Parte del muro que rodea la ciudad de Belén
Nadie puede entrar o salir de las poblaciones ‘sitiadas’ por el muro sin mostrar su pasaporte a las fuerzas de seguridad israelíes y someterse a los más estrictos controles de seguridad. Y es que, a pesar de que la decisión adoptada en 2003 por el principal órgano deliberativo de la ONU fue respaldada por 144 países, el carácter no vinculante de la misma, y la oposición de Israel y su eterno aliado, Estados Unidos, propiciaron que aquellos primeros metros construidos siguieran avanzando hasta convertirse en lo que hoy es el Muro de la Vergüenza.

También el Tribunal Internacional de Justicia de La Haya determinó, en julio de 2004, que el muro, cuyo avance parecía ya imparable (y de hecho así fue), violaba el derecho internacional humanitario y que debía ser demolido. Su construcción, dentro del territorio ‘ocupado’ de Cisjordania, aislaba entre sí a comunidades de familias, separaba a campesinos de sus tierras y a los palestinos de sus lugares de trabajo, centros educativos y de salud, y de otros servicios esenciales. Además, su trazado violaba la ‘línea verde’ reconocida por la comunidad internacional tras el armisticio que puso fin a la guerra árabe-israelí de 1948.

Pero Israel hizo caso omiso de la decisión, tampoco vinculante, del máximo órgano judicial de Naciones Unidas. Para el Gobierno israelí (entonces liderado por Ariel Sharon) el muro tenía como objetivo evitar que entrasen en territorio israelí miembros de los grupos armados palestinos, así como armas y explosivos procedentes de Cisjordania. La denominada por algunos como Intifada de Al-Aqsa, o Segunda Intifada, iniciada en septiembre de 2000 en Jerusalén (las Brigadas de los Mártires de Al-Aqsa consideraron una provocación la visita de Ariel Sharon a la explanada de las mezquitas de Jerusalén y hubo enfrentamientos entre israelíes y palestinos que se saldaron con decenas de muertos) fue una de las razones esgrimidas para erigir el muro.

Inmensas cárceles de hormigón
Pero ya han pasado nueve años desde que comenzara a levantarse y miles de palestinos están recluidos en esas inmensas cárceles de hormigón que les impiden la libre circulación fuera de las poblaciones en las que se encuentra muro. Ciudades como Betania (con 50.000 habitantes) o Belén (con 125.000) se levantan cada mañana contemplando el paisaje gris de una compleja estructura que incluye alambradas de espino, zanjas, zonas de arena fina para detectar huellas, torres de vigilancia, caminos asfaltados a cada lado para permitir patrullar a los carros de combate, así como zonas adicionales de defensa y áreas restringidas de diversa profundidad. El diseño del trazado –como así lo ha denunciado Amnistía Internacional en repetidas ocasiones- responde al objetivo de rodear los más de 50 asentamientos israelíes donde viven un 80% de los colonos, incluyendo extensas áreas de tierra alrededor de ellos.

Su altura, de 10 metros, impide a los palestinos de Belén ver, al otro lado, la ciudad de Jerusalén, sagrada para las tres religiones que, más que convivir, cohabitan en territorio israelí (de los poco más de siete millones de habitantes que tiene Israel, el 12% son musulmanes, el 8%, católicos, y el resto, judíos). Y es que Jerusalén y los territorios y asentamientos israelíes que se encuentran en las proximidades del muro están completamente blindados. No es posible pasar los férreos controles que circundan Jerusalén, la ciudad más grande de Israel con un millón de habitantes, sin enseñar el pasaporte a las fuerzas policiales que custodian sus accesos. Soldados armados suben a los autobuses de turistas para comprobar que todo está en regla. Jerusalén es la ciudad que todos quieren “pero que ninguno podrá tener”. Así, al menos, lo piensan muchos palestinos, que ansían una solución pacífica a tantos años de conflicto con sus ‘vecinos’ israelíes.

Desde Betania, localidad situada a tres kilómetros de Jerusalén, sólo es posible acceder a la ciudad ‘prometida’ dando un rodeo de 13 kilómetros. Y es que, al margen de otro tipo de consideraciones, hay un hecho probado que está fuera de toda duda: los palestinos no pueden moverse libremente por Israel. Incluso para viajar fuera del país deben hacerlo a través de Jordania, puesto que los vuelos desde Tel Aviv, la capital, están ‘vetados’ para ellos. Y, en cualquier caso, siempre necesitan unos permisos especiales que no siempre consiguen. Las trabas burocráticas hacen que muchos desistan en el intento. Sólo los guías turísticos pueden desplazarse, con una relativa libertad, fuera de los límites impuestos por el Gobierno israelí; pero siempre y cuando acompañen a un grupo de turistas. Si no, la Policía los detiene y los mete en la cárcel.

E incluso en estos casos, cuando actúan como guías de los millones de peregrinos que visitan la Tierra Santa, sufren constantes humillaciones cuando tienen que acceder, por ejemplo, al lugar en el que se encuentra el Muro de las Lamentaciones, en pleno centro histórico de Jerusalén. El viernes cuando se pone el sol, momento en que comienza el Sabbat, día sagrado para los judíos, los accesos al Muro están repletos de controles policiales. “Tú no eres ciudadano israelí”, le grita con prepotencia un policía a uno de los guías turísticos (palestino que profesa la religión cristiana ortodoxa) que, por cierto, tiene todos sus papeles en regla.

Por eso, los palestinos (que casi con toda probabilidad verán cómo en septiembre la ONU desestima sus pretensiones de reconocimiento como estado independiente) reclaman su derecho a moverse libremente y niegan que la defensa de sus derechos (a través de la violencia armada en muchos casos, hecho éste que no se puede obviar) pueda ser considerada terrorismo. Incluso algunos de ellos están en desacuerdo con las, a su juicio, “concesiones” que ha hecho en los últimos tiempos la Autoridad Nacional Palestina (ANP). No entienden que se esté permitiendo esta situación de aislamiento y casi encarcelamiento. “La ANP ha cedido a las pretensiones de Israel”, piensan algunos de ellos, pero siempre con la mirada puesta en el mes de septiembre. “Si el régimen egipcio cayó, si Gadafi ha caído… todo puede pasar. Es difícil… pero todo puede pasar”.